Acá volví, no había vuelto a escribir por cábala. Sí, frivolidad y manías de Bilardo al margen -algo sobre el mundo del fútbol sé, muchachos- no quise contar nada en el blog porque la cosa andaba bien. Es la típica: salís con amigas, les contás que estás con este pibe increíble, que te encanta, que te hace reír, que parece estar bastante copado con vos ¿y qué pasa? al día siguiente el pibe empieza con las reticencias. Como si lo hubiera olido.
No fue así con Julián pero las cosas se pudrieron de todos modos. Julián, el que me pasó a buscar por casa después de quince años de no vernos y antes de que pusiera mi segunda pierna en el auto el tipo me estaba diciendo que yo era el amor de su vida. Y como buen chamuyero, un poco le creí o hice como qué, no había nada que perder. Todo muy lindo, las salidas se sucedieron, la empatía -por no decir el enganche- iba en aumento y todo parecía marchar bien. Hasta que intenté fase dos.
¿Qué es la fase dos? Alguna salida en público. Esa salida que vos intentás que sea casual -un cumple. una fiesta de un amigo, una reunión- porque te morís de ganas de que tus amigas te vean con el pibe, y porque te morís de ganas de bailotearle al que alguna vez te rompió el corazón para que vea lo espléndida que estás con este chico nuevo (aunque aún no haya pasado la categoría de chongo, de eso se trata la fase dos).
La cuestión es que a la primera que esbocé una salida conjunta con amigos, este que decía estar enamorado de mí desde hacía más de una década empezó a recular. La primera vez puso una excusa verosímil -un cumpleaños ineludible, algo así- la segunda vez no se preocupó porque sonara tan verosímil.
Ok Juliancito, entendí la señal. Ya estoy grande para fobias ajenas. ¿Y ahora?
La pandemia de las personalidades
Escrito por Barbarella , 2009-07-08 19:31:43
-El exagerado: está feliz porque puede ejercer algunas de sus obsesiones higiénicas con toda libertad y no sólo no te da la mano sino que cada cinco minutos saca el alcohol en gel y se lo echa encima como si fuera agua bendita. Ah, por las dudas, te ofrece un poquito (y está tentado de usar barbijo pero no se anima, por miedo a que sus amigos descubran que es un reverendo nabo)
-El convencido de las conspiraciones: No cree en nada, dice que los canales mienten, que los médicos mienten, que es todo un negocio de los laboratorios, que el hombre no llegó a la luna, que fue todo montado en un estudio de Hollywood y que Yabrán no está muerto. Ah, no tiene problema en toserte encima, de tan convencido que está de su teoría.
El que se las sabe todas: te tira cifras, todo el tiempo, te tira los textuales del Doctor Cahn, y las estadísticas del Hospital Muñiz y las opiniones de los expertos mexicanos y, si te descuidás, te cuenta la historia de las gripes de manera cronológica desde que los virus encontraron en la humanidad su principal aliado.
Vos, ¿de qué virus sos?
Queríamos tanto a Roberto
Escrito por Barbarella , 2009-06-30 12:18:26
Estas cosas raramente resultan. O, mejor dicho, raramente resultan cuando le suceden a uno. Pero en este caso, doy fe que yo vi la luz, vi el aura del amor (ajeno). Me explico:
S. es un buen amigo. Fachero, simpático, inteligente, con la chispa suficiente para conquistar a una chica en una noche. Pero S. andaba un poco cabizbajo últimamente. Que le habían roto el corazón, que las chicas se volvían vuelteras, que a veces querían, otras no, que ya no entendía demasiado.
L. es una buena amiga. Súper linda, simpatiquísima, con el carisma suficiente para llamar la atención desde un rincón oscuro. Pero L. andaba bastante golpeada y había resuelto que ya no buscaría el amor, simplemente esperaría a que llegara.
Y acá entro yo como un cupido iluminado. Por casualidad S. y L. se cruzaron en una reunión, los presenté, se saludaron y cada uno se fue para su sector, bajo la protección de sus respectivos grupos de amigos. Pero yo los vi, juro que los vi, y tuve la certeza de que a veces hay que dar una mano, si no Roberto Galán no habría tenido ese éxito ininterrumpido: al amor a veces hay que ayudarlo. Entonces me fui sigilosa, cautelosa, hasta el rincón de mi amigo S. y le pregunté si no se había fijado en mi amiga L.,
-Sí, es un bombón
-Ah, porque ella dijo que le parecías un tipo muy interesante.
-En serio?
-Sí, en serio, así que tenelo en cuenta.
Esa fue la fase uno: sembrar la confianza en mi amiga. Al otro rincón, entonces, para encender la llamita de mi amiga L.
-¿Lo viste a S.?
-Sí, S. tu amigo.
-Dijo que eras un bombón.
-En serio?
-En serio.
Desenlace: juro, y no exagero, que a los cinco minutos S. le empezó a merodear a L. mientras ella se hacía la distraída y lo miraba de reojo. A los diez, estaban sentados uno al lado de otro: si digo el término coquetear, me quedo corta. EN fin, el resto se los dejo para que ejerciten su imaginación (amorosa).
Chico chasco
Escrito por Barbarella , 2009-06-22 10:20:28
Sí, yo también pensé que "el misterio del hombre que salía corriendo en el momento de" se revelaría cuando el tipo, finalmente, le dijera a mi amiga, bueno, tu casa. Y el hombre dijo bueno, tu casa, y fue, y estuvo adorable, dulce, laburador, con todo en su lugar y de acuerdo a los stándares esperables, hasta la abrazó en el post y en ningún momento le hizo sentir que quería que se convirtiera en pizza (al menos no se lo hizo sentir, digo).
La cuestión es que después del todo muy lindo, muy rico todo, el tipo desapareció. Sí, un clásico, así que eso no es lo que nos sorprende. Lo que entrará en el libro gordo de las excusas inclasificables es la razón por la cual, le dijo, no podía seguir viéndola:
"Mirá, me gustás mucho, siento que me podría enamorar de vos, sos una mina increíble pero tengo miedo de PERDERME A MI MISMO. Eso, siento que si estoy con vos me DESPERSONALIZO, dejo de ser yo y empiezo a poner todas mis energías en OTRA PERSONA, y ahora no puedo, necesito enfocarme en mi CRECIMIENTO PROFESIONAL".
¿Pero qué te pasó, Ricardito?¿Te leíste las obras completas de Quién se comió mi queso?¿Qué les pasa, señores, qué les pasa? ¡Al menos afilen las excusas! ¡Más amor y menos Osho!
Segundas partes ¿no son buenas?
Escrito por Barbarella , 2009-06-19 13:29:56
Claro, yo atajadísima: estábamos en eso de que el chico, que hacía miles de años que no me veía, que había perdido gran parte de su cabello en el camino y que ahora me ponía cara de enamorado, me estaba diciendo algo así como que yo era su amor no concretado (aún), y que desde que nos dejamos de ver, siguió fantaseando conmigo y que cada tanto, se enteraba de mi vida por amigos en común. Y yo lo único que pude hacer fue sonreír, con esa sonrisa ambigua que podría interpretarse como: "gracias por tanto halago" o "lo estás haciendo muy bien pero ya estoy grandecita para el chamuyo". La cuestión es que después de ese comentario, el chico, Julián, no dijo más nada -sobre el tema- sino que se encargó de hacerme reír toda la noche. El bar que había elegido -un especímen con decisión!- era perfecto -cálido pero sin ese estilo santuario de tanta vela alrededor- y de pronto me olvidé que era el mismo Julián que se sentaba en el anteúltimo banco y que en los recreos se convertía en mi objeto móvil fetiche, mietras él jugaba al fútbol y yo me sentaba en un banco a comer tortas negras y mirarlo de reojo. Me olvidé que era el mismo que en la fiesta de segundo año le dio un beso a mi mejor amiga y me rompió el corazón. Este era un HOMBRE, claro, que a las dos horas me tenia embobada. Al punto de que fui yo la que le preguntó ¿es verdad eso de que fantaseaste conmigo todo este tiempo? Y ya no me importó si su respuesta era verdadera, con que fuera verosímil me alcanzaba. Son las reglas del juego, ¿no?
El reencuentro o el amor en el recuerdo (primera parte)
Escrito por Barbarella , 2009-06-11 12:44:01
A todo esto, mi salida con Julián, mi ex compañerito de colegio, había quedado en stand by. A decir verdad, empezó con tantas vueltas -que los viernes tengo fútbol, que justo este miércoles una despedida de solteros, que quizás el jueves me llame Batman para salvar al mundo (sí, Batman nos está complicando la vida últimamente)- que terminé por olvidarme. Además, ¿¿¿¿¿para qué me mandaste mail entonces?????? Lo hice a un lado. Ni siquiera con pena, simplemente con resignación. No son tiempos para gastar expectativas en vuelteros -ya hablamos de la histeria masculina- y estoy empezando a pensar que el lugar común de "qué complicadas que son las mujeres" ya no es tan común: ahora cambió de género. Y cuando estaba a punto de borrarlo completamente de las posibilidades de encuentro cercano del tercer tipo, apareció. "¿Te paso a buscar mañana, te parece?". Guau, ataque de decisión, no voy a desaprovecharlo.
Entonces de nuevo ese estado de ¿qué me pongo? que una vez que lo solucionás en tu cabeza (ah, sí, el jean negro que me hace buen culo, botas de caña alta para dar un toque sexy, y un sweater con onda pero discreto, para que no crea que me tiré todo encima), pasás al estado ¿pero me gustará el pibe? ¿de qué voy a hablar con alguien que hace más de diez años que no veo? y desembocás en el ¿ay, y si yo no le gusto? ¿si se enteró que hace un par de años me curtí a Mariano? ¿Segurián siendo amigos?
La cuestión es que Julián, ese chico del que yo me habia enamorado hace muchísimos años, ahora estaba tocando mi portero eléctrico y yo, antes de atender, corrí a prender la televisión para usar el que yo llamo "el canal vigilante": la camarita, apostada justo sobre él, enfocaba su mollera franciscana, clara evidencia de que los años habían hecho ciertos estragos capilares. Calma, pelados de mi vida, eso no es problema para mí (peor es la panza).
Así que bajé y atravesé ese espacio que separa el ascensor de la puerta de vidrio como quien camina por la alfombra roja. Él, ahí, al final del recorrido, me esperaba: cuando abrí la puerta tuve ganas de decirle "estás igual (pero pelado)" con tono de propaganda pero no lo hice. Entoné un hola, muy cool, que él respondió. Después, se me quedó mirando: "Estás hermosa, yo ya sabía".
(¿Yo ya sabía? ¿Tanta expectativa me había puesto?). Un poco atontada por los nervios y por el piropo sin preludios, me subí torpemente al auto -mi pose alfombra roja se desarmó al instante- y me quedé callada. Lo que no fue un problema porque él habló: ¿Sabés que creo que estoy enamorado de vos desde que fuimos compañeritos de colegio?
¿What? ¿Qué me está diciendo este chico? ¿Hay alguna ironía que me estoy perdiendo? ¿Su chamuyo no repara en sutilezas? ¿Será un psicópata?¿Tendrá una fijación adolescente? ¿Lo que suena de fondo es el disco de Alanis Morisette que le regalé para un cumpleaños?¿Tengo que salir corriendo?
Hagan sus apuestas
Escrito por Barbarella , 2009-06-05 16:57:14
La que no entiende nada es mi amiga M. Conoció a un tipo encantador, de esos que de tan perfectos, tan ideales y compatibles con una, resultan sospechosos. El tipo la llama, la invita a comer, le escribe mails larguísimos y cómplices, se ríe de todos sus chistes –y convengamos que mi amiga no pasa del repertorio de Jaimito, lo que es prueba de amor-, le elogia todo aquello que fastidiaba a sus ex, hace planes a futuro, esas cosas. Mi amiga, enamoradísima, claro, pero también desconcertada por un pequeño detalle: cada vez que la cosa se pone cachonda y la única pregunta que podría sostenerse es "¿tu casa o la mía?", el tipo… ¡sale corriendo! Siempre algo pasa: que me tengo que levantar temprano, que no le di de comer al perro, que creo que dejé el horno prendido, que me va a llamar Batman a medianoche pasa salir a salvar al mundo. Y nosotras que tenemos una teoría para todo, ya pasamos por todas las hipótesis: la de la fobia ("le gustás tanto que el tipo tiene miedo de concretar y no estar a la altura"); la de la cautela ("debe querer estar muy seguro para avanzar, seguro viene de una experiencia traumática") y la inevitable ("¿la tendrá muy chiquita? ¿será precoz?). ¡Hagan sus apuestas!
Pido gancho
Escrito por Barbarella , 2009-05-31 19:17:06
Sí, sé que el título suena a frase anacrónica, de cuando jugabas a las escondidas o a la mancha y estabas cansada y ya no querías correr más -tampoco esconderte- y gritabas "PIDO" y sentías que quedabas suspendida, fuera de todas las reglas, fuera del alcance de la mano que te podía convertir en mancha y condenarte al puesto de los perdedores. Digo PIDO, no sólo porque los fríos me vinieron con mocos y tos y estornudos -no, la fiebre no me llegó a 38, descarten la gripe porcina ¡paranoicos!- y ando por la casa en pantuflas y bata con cara de haber sobrevivido a la tercera guerra mundial y con unas ojeras que espantarían al propio Drácula y no podría destinar mis pocas energías a salir a conquistar por ahí, apenas me alcanzan para hacerme una sopita. Y entonces me doy cuenta que a veces esto de seducir agota, digo, esto de salir a cada fiesta con las antenas paradas, atenta al vaivén de la puerta para ver si el que entra califica y si califica, viene con su hermosa novia atrás o no. Agota eso de estar atenta en las conversaciones a ver si alguien menciona el nombre de ese que no tenés en la agenda o tira datos de aquellos que están nuevamente en las pistas o de aquel que alguna vez preguntó por vos y vos dejaste olvidado en el arcón porque en ese entonces estabas distraida con algún otro caballero. Digo, agota. Y a veces está bueno olvidarse un poco del tema. Al fin de cuentas, lo interesante sucede siempre que te olvidás del asunto.
La confesora
Escrito por Barbarella , 2009-05-26 11:06:35
Unos meses después de que el obsesivo compulsivo desistiera de llamarme para salir y yo, sin perder la amabilidad, lo neutralizara con excusas simpáticas pero inverosímiles (¡date cuentaaaaaaa!), caí nuevamente. Fue mi hermana la que insistió. "Es un tipo bárbaro, se separó hace un tiempo, te vas a divertir y es bastante lindo. Yo ya le hablé de vos". Y así apareció en escena…
Ramiro, el nostálgico: el primer llamado estuvo bien, discreto. Es más, fui yo la que habló sin parar, tratando de sonar suelta y divertida. Cuando corté, me dije: ¡Hablaste como una cotorra, te estás pareciendo a tu madre! Por unos minutos entré en el túnel de la inseguridad y supuse que el pibe iba a suspender, o que no iba a llamar más. Pero llamó, casi inmediatamente y sin decir hola, preguntó:
-¿Alguna vez conviviste?
-Ehhh… no.
-Ok, sólo quería saber eso. Nos vemos mañana, ¿te parece?, te busco a las diez.
-Ehhh… claro.
Y a las diez Ramiro estaba parado en mi puerta, perfumado, un bombón, de esos que te da ganas de pasear por la calle como trofeo. Silencio algo incómodo en el auto. Yo tratando de revertir mi imagen inicial de lorito parlanchín, tratando parecer un poco más misteriosa. Él, callado. Hasta que habló:
-Te pregunté si conviviste porque yo me separé hace poco, por ahí la conocés a mi ex, Cecilia, amiga de Marcela, seguro la viste en algún cumpleaños de ella, una rubia muy llamativa, seguro la viste porque no pasa desapercibida, hermosa, bueno, no te quiero quemar con mi ex, la verdad, me cagó la vida, no sé, ¿te molesta que te cuente?, perdoname, pero necesito descargar. ¿A vos te parece que la hija de puta me llame para decirme que se va de vacaciones con su nuevo novio? Y encima a Floripa, ¡nosotros siempre íbamos a Floripa! Es más, nos conocimos…Y Ramiro no paró. Y siguió hablando de su ex, y yo escuchando en modalidad mute, y pensando en lo que tenía que hacer al día siguiente (pedir turno con el dentista, ordenar la alacena, pagar el teléfono), y pensando nunca más esto de la cita a ciegas, y lamentándome, ay Ramiro, siendo tan bombón, ¡yo sólo quería una pequeña historia de amor, para eso me depilé! ¡No quería ser tu confesora.!
Haciendo archivo
Escrito por Barbarella , 2009-05-20 17:09:28
Lo pensé todo: rastreo a algunos de mis ex compañeritos –alguien tiene que saber algo-, averiguo estado civil, estado físico y, el más importante, estado mental. Empiezo a recolectar anécdotas para tener tema de conversación, le propongo vernos al mediodía para poder decir "ay, tengo una reunión a las tres" llegado el caso que sea necesario, o no, mejor de noche, es más relajado y podemos tomar vino –por eso es más relajado, claro- y, además, puedo tirarme el guardarropa encima sin que quede desubicado. Inmediatamente pienso todo lo contrario: no averiguo nada y le digo que sí. Y que él elija cuándo y dónde (suelo tener estas batallas mentales Barbarella vs. Barbarella, ¿quién no?). Y entonces me doy cuenta de que la mejor opción es tomármelo como una cita a ciegas. Es que, en el fondo, es eso. O semi ciegas, porque él supuestamente me vio. Inevitable: hago el racconto –con estadísticas de resultado incluidas- de las citas a ciegas a lo largo de mi vida. Es que hubo un tiempo en el que se me pusieron de moda, con esa idea de que la aventura es "lo desconocido". Reconozco que estoy fuera de training para la "dimensión desconocida", pero me acuerdo perfectamente de los que cayeron en ese casillero.
Especímenes de las citas a ciegas (primera entrega):
Pablo, el obsesivamente sincero: la triangulación la hizo una amiga. Con exagerado entusiasmo dijo: va conmigo al gimnasio, es diviiiiiiiino. No más detalles. Mmmmm, pero bueno, el chico llamó, hizo un par de chistes, en ese momento me parecieron graciosos y arranqué. Qué ponerse para una cita a ciegas es otro tema (esto me hace muy puta? Y esto muy puritana? Va a creer que no tengo onda? O que me puse todo para hacerme la rarita?). La cuestión es que el hombre –chico- me pasó a buscar y cuando bajé y lo vi a través de la puerta de vidrio del edificio, un detalle me hizo encender la alarma: usaba gel. Me repuse –al fin de cuentas se trataba solo de un prejuicio estético- y me embarqué en la ceguera. Todo parecía andar bien: charla amena, iniciativa –propuso llevarme a tomar algo a zona norte, frente al río- esas cosas. Tuve que esquivar un intento de beso al bajar del auto (epa, epa, parece que la luna y el agua metalizada te encendieron el romanticismo express), pero nada que no pudiera manejar. Hasta que nos sentamos en el bar y todo empezó a ponerse raro. "Mejor sentémonos en aquella mesa, no, mejor en esta. ¿Podrías dar vuelta los cubiertos? Sabés que pasa, me diagnosticaron que soy obsesivo compulsivo. Mirá, ¿ves esta agendita? Cada noche anoto lo que tengo que hacer al día siguiente: a las siete, levantarme, a las siete y diez, lavarme los dientes, y media, desayunar, ocho menos cuarto, salir para el trabajo, en punto, estacionar, y así...No te molesta que me cambie de silla, ¿no?"
(Cuando frenó en la puerta de mi casa para "devolverme" y cerró los ojos y puso los labios con pico de pato reconozco que lo besé, algo temerosa. ¡Es que me dio culpa: el tipo se había gastado casi todo su aguinaldo en los tragos que me tomé para no salir corriendo!
Ataque ochentoso
Escrito por Barbarella , 2009-05-15 14:02:20
Hola Barbi, sí soy yo, Julián Rasini, te acordás de mí, ¿no? Anteúltimo banco en la fila de la ventana. Mi guardapolvo era celeste y al lado mío se sentaba el gordo Ramiro, que siempre te dejaba mensajes en la agenda. Estaba enamorado de vos el gordo, ahora creo que está casado. ¿Raro que te escriba? La verdad, te vi en el subte. Quizás no eras vos, pero parecías. Al menos me imaginé que la chica de 13 años que alguna vez me mandó una carta de amor –la guardo- con un poema de Benedetti, podría parecerse a esa de 30 que vi en la línea B. Lindas piernas. Bueno, no sé, por ahí nos podemos juntar, no tengo idea de tu vida pero me gustaría saber algo. Por ahí te parece desubicado, pero como compartimos cinco años de nuestras vidas, qué se yo, se me dio por conseguir tu mail. Escribime si tenés ganas. Besos, Julián.
¡Julián! Dios mío, el amor de mi vida de los once a los dieciseís años, en realidad, hasta esa fiesta en la que transó con mi mejor amiga, la perra de Gracielita, y me propuse no quererlo más, fue mi primer acto de dignididad femenina. Ay, no quiero ni pensar en esa carta, melosidad pura con tono de arrebato adolescente: "no te salves", le decía. Era mi época poética y Benedetti era lo que tenía más a mano, después evolucioné. ¿Cómo seremos quince diez años después? ¿Julián con panza? ¿Julián con hijos? ¿Julián con/sin pelo?¿Julián mecánico? ¿Julián abogado? (¡no, no está en facebook!). ¿Tendrá sentido reeditar amores idealizados?¿Tendrá sentido saber cómo es el verdadero Julián o mejor quedarme con la imagen del chico que me tuvo tan enamorada? La adultez –nuestra adultez- probablemente no sea tan romántica.
si les interesa la vision de una joven "actual" visiten el blog de Barbarella

No fue así con Julián pero las cosas se pudrieron de todos modos. Julián, el que me pasó a buscar por casa después de quince años de no vernos y antes de que pusiera mi segunda pierna en el auto el tipo me estaba diciendo que yo era el amor de su vida. Y como buen chamuyero, un poco le creí o hice como qué, no había nada que perder. Todo muy lindo, las salidas se sucedieron, la empatía -por no decir el enganche- iba en aumento y todo parecía marchar bien. Hasta que intenté fase dos.
¿Qué es la fase dos? Alguna salida en público. Esa salida que vos intentás que sea casual -un cumple. una fiesta de un amigo, una reunión- porque te morís de ganas de que tus amigas te vean con el pibe, y porque te morís de ganas de bailotearle al que alguna vez te rompió el corazón para que vea lo espléndida que estás con este chico nuevo (aunque aún no haya pasado la categoría de chongo, de eso se trata la fase dos).
La cuestión es que a la primera que esbocé una salida conjunta con amigos, este que decía estar enamorado de mí desde hacía más de una década empezó a recular. La primera vez puso una excusa verosímil -un cumpleaños ineludible, algo así- la segunda vez no se preocupó porque sonara tan verosímil.
Ok Juliancito, entendí la señal. Ya estoy grande para fobias ajenas. ¿Y ahora?
La pandemia de las personalidades
Escrito por Barbarella , 2009-07-08 19:31:43
Lamento caer en un lugar común de estos tiempos: la gripe A. Sí, sí, yo también estoy harta-perdida-deconfiada-paranoica por las dudas- y esas cosas, pero en este tiempo me di cuenta que con esta cuestión de no nos besemos, no nos toquemos, no nos abracemos, no nos miremos, no nos estornudemos, no nos nada, es posible hacer una pequeña clasificación que habla de cómo somos (en todos los órdenes de la vida).
-El que se acuerda tarde: ese que te saluda con beso y abrazo y enseguida te dice ¡ah, no, no nos tenemos que saludar! pero ya te dejó toda baboseada.-El exagerado: está feliz porque puede ejercer algunas de sus obsesiones higiénicas con toda libertad y no sólo no te da la mano sino que cada cinco minutos saca el alcohol en gel y se lo echa encima como si fuera agua bendita. Ah, por las dudas, te ofrece un poquito (y está tentado de usar barbijo pero no se anima, por miedo a que sus amigos descubran que es un reverendo nabo)
-El convencido de las conspiraciones: No cree en nada, dice que los canales mienten, que los médicos mienten, que es todo un negocio de los laboratorios, que el hombre no llegó a la luna, que fue todo montado en un estudio de Hollywood y que Yabrán no está muerto. Ah, no tiene problema en toserte encima, de tan convencido que está de su teoría.
El que se las sabe todas: te tira cifras, todo el tiempo, te tira los textuales del Doctor Cahn, y las estadísticas del Hospital Muñiz y las opiniones de los expertos mexicanos y, si te descuidás, te cuenta la historia de las gripes de manera cronológica desde que los virus encontraron en la humanidad su principal aliado.
Vos, ¿de qué virus sos?
Queríamos tanto a Roberto
Escrito por Barbarella , 2009-06-30 12:18:26
Estas cosas raramente resultan. O, mejor dicho, raramente resultan cuando le suceden a uno. Pero en este caso, doy fe que yo vi la luz, vi el aura del amor (ajeno). Me explico:
S. es un buen amigo. Fachero, simpático, inteligente, con la chispa suficiente para conquistar a una chica en una noche. Pero S. andaba un poco cabizbajo últimamente. Que le habían roto el corazón, que las chicas se volvían vuelteras, que a veces querían, otras no, que ya no entendía demasiado.
L. es una buena amiga. Súper linda, simpatiquísima, con el carisma suficiente para llamar la atención desde un rincón oscuro. Pero L. andaba bastante golpeada y había resuelto que ya no buscaría el amor, simplemente esperaría a que llegara.
Y acá entro yo como un cupido iluminado. Por casualidad S. y L. se cruzaron en una reunión, los presenté, se saludaron y cada uno se fue para su sector, bajo la protección de sus respectivos grupos de amigos. Pero yo los vi, juro que los vi, y tuve la certeza de que a veces hay que dar una mano, si no Roberto Galán no habría tenido ese éxito ininterrumpido: al amor a veces hay que ayudarlo. Entonces me fui sigilosa, cautelosa, hasta el rincón de mi amigo S. y le pregunté si no se había fijado en mi amiga L.,
-Sí, es un bombón
-Ah, porque ella dijo que le parecías un tipo muy interesante.
-En serio?
-Sí, en serio, así que tenelo en cuenta.
Esa fue la fase uno: sembrar la confianza en mi amiga. Al otro rincón, entonces, para encender la llamita de mi amiga L.
-¿Lo viste a S.?
-Sí, S. tu amigo.
-Dijo que eras un bombón.
-En serio?
-En serio.
Desenlace: juro, y no exagero, que a los cinco minutos S. le empezó a merodear a L. mientras ella se hacía la distraída y lo miraba de reojo. A los diez, estaban sentados uno al lado de otro: si digo el término coquetear, me quedo corta. EN fin, el resto se los dejo para que ejerciten su imaginación (amorosa).
Chico chasco
Escrito por Barbarella , 2009-06-22 10:20:28
Sí, yo también pensé que "el misterio del hombre que salía corriendo en el momento de" se revelaría cuando el tipo, finalmente, le dijera a mi amiga, bueno, tu casa. Y el hombre dijo bueno, tu casa, y fue, y estuvo adorable, dulce, laburador, con todo en su lugar y de acuerdo a los stándares esperables, hasta la abrazó en el post y en ningún momento le hizo sentir que quería que se convirtiera en pizza (al menos no se lo hizo sentir, digo).
La cuestión es que después del todo muy lindo, muy rico todo, el tipo desapareció. Sí, un clásico, así que eso no es lo que nos sorprende. Lo que entrará en el libro gordo de las excusas inclasificables es la razón por la cual, le dijo, no podía seguir viéndola:
"Mirá, me gustás mucho, siento que me podría enamorar de vos, sos una mina increíble pero tengo miedo de PERDERME A MI MISMO. Eso, siento que si estoy con vos me DESPERSONALIZO, dejo de ser yo y empiezo a poner todas mis energías en OTRA PERSONA, y ahora no puedo, necesito enfocarme en mi CRECIMIENTO PROFESIONAL".
¿Pero qué te pasó, Ricardito?¿Te leíste las obras completas de Quién se comió mi queso?¿Qué les pasa, señores, qué les pasa? ¡Al menos afilen las excusas! ¡Más amor y menos Osho!
Segundas partes ¿no son buenas?
Escrito por Barbarella , 2009-06-19 13:29:56
Claro, yo atajadísima: estábamos en eso de que el chico, que hacía miles de años que no me veía, que había perdido gran parte de su cabello en el camino y que ahora me ponía cara de enamorado, me estaba diciendo algo así como que yo era su amor no concretado (aún), y que desde que nos dejamos de ver, siguió fantaseando conmigo y que cada tanto, se enteraba de mi vida por amigos en común. Y yo lo único que pude hacer fue sonreír, con esa sonrisa ambigua que podría interpretarse como: "gracias por tanto halago" o "lo estás haciendo muy bien pero ya estoy grandecita para el chamuyo". La cuestión es que después de ese comentario, el chico, Julián, no dijo más nada -sobre el tema- sino que se encargó de hacerme reír toda la noche. El bar que había elegido -un especímen con decisión!- era perfecto -cálido pero sin ese estilo santuario de tanta vela alrededor- y de pronto me olvidé que era el mismo Julián que se sentaba en el anteúltimo banco y que en los recreos se convertía en mi objeto móvil fetiche, mietras él jugaba al fútbol y yo me sentaba en un banco a comer tortas negras y mirarlo de reojo. Me olvidé que era el mismo que en la fiesta de segundo año le dio un beso a mi mejor amiga y me rompió el corazón. Este era un HOMBRE, claro, que a las dos horas me tenia embobada. Al punto de que fui yo la que le preguntó ¿es verdad eso de que fantaseaste conmigo todo este tiempo? Y ya no me importó si su respuesta era verdadera, con que fuera verosímil me alcanzaba. Son las reglas del juego, ¿no?
El reencuentro o el amor en el recuerdo (primera parte)
Escrito por Barbarella , 2009-06-11 12:44:01
A todo esto, mi salida con Julián, mi ex compañerito de colegio, había quedado en stand by. A decir verdad, empezó con tantas vueltas -que los viernes tengo fútbol, que justo este miércoles una despedida de solteros, que quizás el jueves me llame Batman para salvar al mundo (sí, Batman nos está complicando la vida últimamente)- que terminé por olvidarme. Además, ¿¿¿¿¿para qué me mandaste mail entonces?????? Lo hice a un lado. Ni siquiera con pena, simplemente con resignación. No son tiempos para gastar expectativas en vuelteros -ya hablamos de la histeria masculina- y estoy empezando a pensar que el lugar común de "qué complicadas que son las mujeres" ya no es tan común: ahora cambió de género. Y cuando estaba a punto de borrarlo completamente de las posibilidades de encuentro cercano del tercer tipo, apareció. "¿Te paso a buscar mañana, te parece?". Guau, ataque de decisión, no voy a desaprovecharlo.
Entonces de nuevo ese estado de ¿qué me pongo? que una vez que lo solucionás en tu cabeza (ah, sí, el jean negro que me hace buen culo, botas de caña alta para dar un toque sexy, y un sweater con onda pero discreto, para que no crea que me tiré todo encima), pasás al estado ¿pero me gustará el pibe? ¿de qué voy a hablar con alguien que hace más de diez años que no veo? y desembocás en el ¿ay, y si yo no le gusto? ¿si se enteró que hace un par de años me curtí a Mariano? ¿Segurián siendo amigos?
La cuestión es que Julián, ese chico del que yo me habia enamorado hace muchísimos años, ahora estaba tocando mi portero eléctrico y yo, antes de atender, corrí a prender la televisión para usar el que yo llamo "el canal vigilante": la camarita, apostada justo sobre él, enfocaba su mollera franciscana, clara evidencia de que los años habían hecho ciertos estragos capilares. Calma, pelados de mi vida, eso no es problema para mí (peor es la panza).
Así que bajé y atravesé ese espacio que separa el ascensor de la puerta de vidrio como quien camina por la alfombra roja. Él, ahí, al final del recorrido, me esperaba: cuando abrí la puerta tuve ganas de decirle "estás igual (pero pelado)" con tono de propaganda pero no lo hice. Entoné un hola, muy cool, que él respondió. Después, se me quedó mirando: "Estás hermosa, yo ya sabía".
(¿Yo ya sabía? ¿Tanta expectativa me había puesto?). Un poco atontada por los nervios y por el piropo sin preludios, me subí torpemente al auto -mi pose alfombra roja se desarmó al instante- y me quedé callada. Lo que no fue un problema porque él habló: ¿Sabés que creo que estoy enamorado de vos desde que fuimos compañeritos de colegio?
¿What? ¿Qué me está diciendo este chico? ¿Hay alguna ironía que me estoy perdiendo? ¿Su chamuyo no repara en sutilezas? ¿Será un psicópata?¿Tendrá una fijación adolescente? ¿Lo que suena de fondo es el disco de Alanis Morisette que le regalé para un cumpleaños?¿Tengo que salir corriendo?
Hagan sus apuestas
Escrito por Barbarella , 2009-06-05 16:57:14
La que no entiende nada es mi amiga M. Conoció a un tipo encantador, de esos que de tan perfectos, tan ideales y compatibles con una, resultan sospechosos. El tipo la llama, la invita a comer, le escribe mails larguísimos y cómplices, se ríe de todos sus chistes –y convengamos que mi amiga no pasa del repertorio de Jaimito, lo que es prueba de amor-, le elogia todo aquello que fastidiaba a sus ex, hace planes a futuro, esas cosas. Mi amiga, enamoradísima, claro, pero también desconcertada por un pequeño detalle: cada vez que la cosa se pone cachonda y la única pregunta que podría sostenerse es "¿tu casa o la mía?", el tipo… ¡sale corriendo! Siempre algo pasa: que me tengo que levantar temprano, que no le di de comer al perro, que creo que dejé el horno prendido, que me va a llamar Batman a medianoche pasa salir a salvar al mundo. Y nosotras que tenemos una teoría para todo, ya pasamos por todas las hipótesis: la de la fobia ("le gustás tanto que el tipo tiene miedo de concretar y no estar a la altura"); la de la cautela ("debe querer estar muy seguro para avanzar, seguro viene de una experiencia traumática") y la inevitable ("¿la tendrá muy chiquita? ¿será precoz?). ¡Hagan sus apuestas!
Pido gancho
Escrito por Barbarella , 2009-05-31 19:17:06
Sí, sé que el título suena a frase anacrónica, de cuando jugabas a las escondidas o a la mancha y estabas cansada y ya no querías correr más -tampoco esconderte- y gritabas "PIDO" y sentías que quedabas suspendida, fuera de todas las reglas, fuera del alcance de la mano que te podía convertir en mancha y condenarte al puesto de los perdedores. Digo PIDO, no sólo porque los fríos me vinieron con mocos y tos y estornudos -no, la fiebre no me llegó a 38, descarten la gripe porcina ¡paranoicos!- y ando por la casa en pantuflas y bata con cara de haber sobrevivido a la tercera guerra mundial y con unas ojeras que espantarían al propio Drácula y no podría destinar mis pocas energías a salir a conquistar por ahí, apenas me alcanzan para hacerme una sopita. Y entonces me doy cuenta que a veces esto de seducir agota, digo, esto de salir a cada fiesta con las antenas paradas, atenta al vaivén de la puerta para ver si el que entra califica y si califica, viene con su hermosa novia atrás o no. Agota eso de estar atenta en las conversaciones a ver si alguien menciona el nombre de ese que no tenés en la agenda o tira datos de aquellos que están nuevamente en las pistas o de aquel que alguna vez preguntó por vos y vos dejaste olvidado en el arcón porque en ese entonces estabas distraida con algún otro caballero. Digo, agota. Y a veces está bueno olvidarse un poco del tema. Al fin de cuentas, lo interesante sucede siempre que te olvidás del asunto.
La confesora
Escrito por Barbarella , 2009-05-26 11:06:35
Unos meses después de que el obsesivo compulsivo desistiera de llamarme para salir y yo, sin perder la amabilidad, lo neutralizara con excusas simpáticas pero inverosímiles (¡date cuentaaaaaaa!), caí nuevamente. Fue mi hermana la que insistió. "Es un tipo bárbaro, se separó hace un tiempo, te vas a divertir y es bastante lindo. Yo ya le hablé de vos". Y así apareció en escena…
Ramiro, el nostálgico: el primer llamado estuvo bien, discreto. Es más, fui yo la que habló sin parar, tratando de sonar suelta y divertida. Cuando corté, me dije: ¡Hablaste como una cotorra, te estás pareciendo a tu madre! Por unos minutos entré en el túnel de la inseguridad y supuse que el pibe iba a suspender, o que no iba a llamar más. Pero llamó, casi inmediatamente y sin decir hola, preguntó:
-¿Alguna vez conviviste?
-Ehhh… no.
-Ok, sólo quería saber eso. Nos vemos mañana, ¿te parece?, te busco a las diez.
-Ehhh… claro.
Y a las diez Ramiro estaba parado en mi puerta, perfumado, un bombón, de esos que te da ganas de pasear por la calle como trofeo. Silencio algo incómodo en el auto. Yo tratando de revertir mi imagen inicial de lorito parlanchín, tratando parecer un poco más misteriosa. Él, callado. Hasta que habló:
-Te pregunté si conviviste porque yo me separé hace poco, por ahí la conocés a mi ex, Cecilia, amiga de Marcela, seguro la viste en algún cumpleaños de ella, una rubia muy llamativa, seguro la viste porque no pasa desapercibida, hermosa, bueno, no te quiero quemar con mi ex, la verdad, me cagó la vida, no sé, ¿te molesta que te cuente?, perdoname, pero necesito descargar. ¿A vos te parece que la hija de puta me llame para decirme que se va de vacaciones con su nuevo novio? Y encima a Floripa, ¡nosotros siempre íbamos a Floripa! Es más, nos conocimos…Y Ramiro no paró. Y siguió hablando de su ex, y yo escuchando en modalidad mute, y pensando en lo que tenía que hacer al día siguiente (pedir turno con el dentista, ordenar la alacena, pagar el teléfono), y pensando nunca más esto de la cita a ciegas, y lamentándome, ay Ramiro, siendo tan bombón, ¡yo sólo quería una pequeña historia de amor, para eso me depilé! ¡No quería ser tu confesora.!
Haciendo archivo
Escrito por Barbarella , 2009-05-20 17:09:28
Lo pensé todo: rastreo a algunos de mis ex compañeritos –alguien tiene que saber algo-, averiguo estado civil, estado físico y, el más importante, estado mental. Empiezo a recolectar anécdotas para tener tema de conversación, le propongo vernos al mediodía para poder decir "ay, tengo una reunión a las tres" llegado el caso que sea necesario, o no, mejor de noche, es más relajado y podemos tomar vino –por eso es más relajado, claro- y, además, puedo tirarme el guardarropa encima sin que quede desubicado. Inmediatamente pienso todo lo contrario: no averiguo nada y le digo que sí. Y que él elija cuándo y dónde (suelo tener estas batallas mentales Barbarella vs. Barbarella, ¿quién no?). Y entonces me doy cuenta de que la mejor opción es tomármelo como una cita a ciegas. Es que, en el fondo, es eso. O semi ciegas, porque él supuestamente me vio. Inevitable: hago el racconto –con estadísticas de resultado incluidas- de las citas a ciegas a lo largo de mi vida. Es que hubo un tiempo en el que se me pusieron de moda, con esa idea de que la aventura es "lo desconocido". Reconozco que estoy fuera de training para la "dimensión desconocida", pero me acuerdo perfectamente de los que cayeron en ese casillero.
Especímenes de las citas a ciegas (primera entrega):
Pablo, el obsesivamente sincero: la triangulación la hizo una amiga. Con exagerado entusiasmo dijo: va conmigo al gimnasio, es diviiiiiiiino. No más detalles. Mmmmm, pero bueno, el chico llamó, hizo un par de chistes, en ese momento me parecieron graciosos y arranqué. Qué ponerse para una cita a ciegas es otro tema (esto me hace muy puta? Y esto muy puritana? Va a creer que no tengo onda? O que me puse todo para hacerme la rarita?). La cuestión es que el hombre –chico- me pasó a buscar y cuando bajé y lo vi a través de la puerta de vidrio del edificio, un detalle me hizo encender la alarma: usaba gel. Me repuse –al fin de cuentas se trataba solo de un prejuicio estético- y me embarqué en la ceguera. Todo parecía andar bien: charla amena, iniciativa –propuso llevarme a tomar algo a zona norte, frente al río- esas cosas. Tuve que esquivar un intento de beso al bajar del auto (epa, epa, parece que la luna y el agua metalizada te encendieron el romanticismo express), pero nada que no pudiera manejar. Hasta que nos sentamos en el bar y todo empezó a ponerse raro. "Mejor sentémonos en aquella mesa, no, mejor en esta. ¿Podrías dar vuelta los cubiertos? Sabés que pasa, me diagnosticaron que soy obsesivo compulsivo. Mirá, ¿ves esta agendita? Cada noche anoto lo que tengo que hacer al día siguiente: a las siete, levantarme, a las siete y diez, lavarme los dientes, y media, desayunar, ocho menos cuarto, salir para el trabajo, en punto, estacionar, y así...No te molesta que me cambie de silla, ¿no?"
(Cuando frenó en la puerta de mi casa para "devolverme" y cerró los ojos y puso los labios con pico de pato reconozco que lo besé, algo temerosa. ¡Es que me dio culpa: el tipo se había gastado casi todo su aguinaldo en los tragos que me tomé para no salir corriendo!
Ataque ochentoso
Escrito por Barbarella , 2009-05-15 14:02:20
Hola Barbi, sí soy yo, Julián Rasini, te acordás de mí, ¿no? Anteúltimo banco en la fila de la ventana. Mi guardapolvo era celeste y al lado mío se sentaba el gordo Ramiro, que siempre te dejaba mensajes en la agenda. Estaba enamorado de vos el gordo, ahora creo que está casado. ¿Raro que te escriba? La verdad, te vi en el subte. Quizás no eras vos, pero parecías. Al menos me imaginé que la chica de 13 años que alguna vez me mandó una carta de amor –la guardo- con un poema de Benedetti, podría parecerse a esa de 30 que vi en la línea B. Lindas piernas. Bueno, no sé, por ahí nos podemos juntar, no tengo idea de tu vida pero me gustaría saber algo. Por ahí te parece desubicado, pero como compartimos cinco años de nuestras vidas, qué se yo, se me dio por conseguir tu mail. Escribime si tenés ganas. Besos, Julián.
¡Julián! Dios mío, el amor de mi vida de los once a los dieciseís años, en realidad, hasta esa fiesta en la que transó con mi mejor amiga, la perra de Gracielita, y me propuse no quererlo más, fue mi primer acto de dignididad femenina. Ay, no quiero ni pensar en esa carta, melosidad pura con tono de arrebato adolescente: "no te salves", le decía. Era mi época poética y Benedetti era lo que tenía más a mano, después evolucioné. ¿Cómo seremos quince diez años después? ¿Julián con panza? ¿Julián con hijos? ¿Julián con/sin pelo?¿Julián mecánico? ¿Julián abogado? (¡no, no está en facebook!). ¿Tendrá sentido reeditar amores idealizados?¿Tendrá sentido saber cómo es el verdadero Julián o mejor quedarme con la imagen del chico que me tuvo tan enamorada? La adultez –nuestra adultez- probablemente no sea tan romántica.
si les interesa la vision de una joven "actual" visiten el blog de Barbarella
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