2/21/2005

EL DINERO EN EL HOGAR: ¿Quién lleva puestos los pantalones?

En los últimos años muchas mujeres se convirtieron en el sostén económico de su familia. Cómo impacta en la pareja la inversión de roles.
Por Laura Blanco. Especial para Clarín.com.-----informedeldia@claringlobal.com.ar

“Estudié toda mi vida para ser alguien independiente y tener mis propios ingresos. Todo iba bien hasta que mi pareja perdió el trabajo. Poco a poco nos fuimos distanciando porque él no soportaba que yo fuese la que mantenía la casa”, cuenta Silvia Rodríguez, diseñadora gráfica. Su historia se repite. Ella es una de la de tantas mujeres que salió a poner el hombro en los momentos difíciles y, gracias a su empleo, se convirtió en el único sostén del hogar. En estos casos, el hombre debe acostumbrarse a cambiar de rol y a la gran mayoría les cuesta. Sienten que deben dejar su orgullo de lado y no saben qué hacer con su tiempo libre. La situación se torna compleja y pueden surgir los resabios de la cultura machista, la competencia, la envidia y la frustración. Un cúmulo de nuevos sentimientos que se interponen en la relación afectiva.

“En estos casos se vive una inversión de los roles tradicionales que afecta muchísimo a la pareja”, asegura la psicoanalista Beatriz Goldberg. La experta asegura que seguir adelante y adaptarse a la nueva situación depende exclusivamente de la capacidad que ambos tienen de abstraerse de los problemas que los perjudican. Sin embargo, la tendencia no surge en forma aislada y el fenómeno es cada vez más cotidiano en el mundo, donde la mayor profesionalización femenina es todo un hecho. En la Argentina en particular, fue la crisis económica de 2001 la responsable de lanzar a muchas mujeres al ámbito laboral. Según datos relevados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), en el Gran Buenos Aires, una de cada tres familias es sostenida por una mujer. A su vez, en abril de 2004, la consultora LatinPanel Argentina anunció los resultados de un estudio de investigación que arrojaba que las mujeres eran el sostén del 32% de los hogares del país.

“Para analizar este tema es necesario tener en cuenta múltiples factores. En primer lugar es fundamental considerar las condiciones por las que se llega al punto en el que una mujer se convierte en único sostén de la economía de la casa. Por otro lado, hay que ver si las cuestiones económicas eran ya un foco de conflicto que afectaban las relaciones de la pareja”, reflexiona la psicóloga Mariana Maristany, Profesora de la Universidad de Belgrano y miembro de la Fundación Aiglé. “Hay que tener en cuenta, que si al hombre lo despidieron de su trabajo; si las discusiones de la pareja ya giraban en torno a esto; en realidad ya había un conflicto preexistente en torno al trabajo o a la administración del dinero”, agrega.

“Existe una gran diferencia entre salir a trabajar por decisión propia o por obligación. Sentir la presión de tener que conseguir dinero para mantener a los hijos y al marido no es algo muy lindo”, opina Goldberg, quien escribió Estoy a tiempo todavía, un libro en el que aconseja cómo se debe superar una pérdida laboral. “Además cuando los hijos son muy chiquitos la madre suele sentirse en falta por dejarlos durante todo el día. Este sentimiento puede variar según la edad de los niños”, continúa la especialista. Pero, no sólo la culpa invade a estas mujeres. En muchos casos, también se llenan de ira o rabia porque dejan de ver a su pareja como el modelo de hombre fuerte y proveedor que alguna vez fueron.

“Al perder el empleo, el marido deja de ser considerado protector”, afirma Goldberg. Cuando los varones son más maternales no se nota tanto, pero con aquellos padres que antes delegaban todas las tareas de la casa a su esposa, se forma un vacío enorme en la relación y es necesario que los dos aprendan a conectarse otra vez. “Todos estos conflictos se traducen en el sexo, ya sea para bien o para mal. Hay hombres que, al estar desocupados, necesitan demostrar su virilidad en la cama. Otros, en cambio, viven una baja en la sexualidad debido a las discusiones, a la frustración y al mal humor”, explica la licenciada.

“Obviamente siempre hay que tener en cuenta que todas las personas y las parejas son diferentes. Una de las cosas que puede suceder es que haya proyectos conjuntos y en estos casos no se generaría conflicto”, asegura la Licenciada Maristany. “Hay casos en los que la mujer, por alguna circunstancia en particular, tiene que convertirse en sostén circunstancial de la familia. Esto se da, por ejemplo, en familias donde la mujer trabaja mientras el marido médico hace su residencia. Lo hace para que su marido pueda crecer, porque siente que hará al futuro en común y para sostener las oportunidades”, y aclara que hay casos en los que “en una pareja se comparte el nivel de ambición”. Hay veces que los dos tiran para el mismo lado y no se generan ni roces ni conflictos en la pareja.

Sin embargo, no siempre la pérdida del trabajo del hombre provoca que salgan a flote los problemas de pareja. ¿Qué sucede cuando los dos trabajan, pero la mujer empieza a ganar más dinero? “Aunque existan beneficios económicos, se compite con el éxito del otro”, explica la psicóloga. Esto no es un comportamiento exclusivamente masculino, hay muchas mujeres muy competitivas que también lo experimentan. Por ejemplo, María tiene 30 años y comparte la profesión con su marido: ambos son abogados. A los dos les va bien, pero ella no puede tolerar que él tenga más clientes. “No se trata de envidia. Me gusta que él triunfe, pero yo no quiero ser menos”, confiesa.

Muchas veces, las expectativas profesionales también afectan a las parejas. Por este motivo, la Licenciada Beatriz Goldberg aconseja tratar de evitar que las reglas en la relación sean impuestas por quien lleva el dinero. “Para que el manejo del dinero no se convierta en una lucha por el poder, ni en una forma de controlar al otro, hay que charlar sobre cuánto aportará cada uno y en qué se va a gastar”, dice Goldberg. La Licenciada Maristany coincide: “cuando una pareja se enfrenta a esta situación, lo fundamental es profundizar el diálogo, tomar decisiones en conjunto y vivir la situación acompañándose mutuamente. Eso es esencial para prevenir el conflicto”.

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