10/23/2005

realidades...

Brillos, plumas y drama
León Ferrari, a los 85 años, vuelve a sorprender. Diversos atajos hacia el camino interior en las esculturas y objetos de Marina De Caro
Cualquiera sabe, por experiencia propia, que el dolor y el sufrimiento existen y que pueden durar insoportablemente mucho tiempo. Pero ¿es posible lo contrario? Es decir, ¿se puede vivir en estado de alegría? Mientras que la política y la religión construyen un mundo sometido al sentido único de lo que llaman "lo verdadero", el arte, por el contrario, desenmascara el mundo: muestra su sentido múltiple. O, mejor dicho, pone en escena su carácter ficcional. No hay ningún otro sentido del mundo que el que le inventemos. En esa irreverencia esencial del arte anida la posibilidad de ser felices, de vivir sin tristeza.

La muestra Brillos y plumas, que presenta la obra más reciente de León Ferrari, está regida por esa potencia exquisita y gozosa del arte en estado de incandescencia, es decir, cuando alcanza el límite de lo bello a fuerza de sutileza. Los dibujos sobre papel, que de alguna manera continúan sus propuestas anteriores, pegan un gran salto al exponer en toda su riqueza la multiplicidad de lo poético. Cada una de las obras exhibidas parece el fruto del juego sabio de un niño que no reconoce otros límites que la lucidez de su búsqueda.

La creencia en el sentido único de lo verdadero se sustenta en la hermandad entre el resentimiento (que dice "tú tienes la culpa") y la mala conciencia (que se repite interiormente "yo soy el que tiene la culpa"). De esa creencia surge la tristeza. El arte, al demostrar lo ficticio de toda construcción de sentido, nos libera de creer en la culpa como algo ineludible. De esa forma, el arte -y la muestra de Ferrari son paradigmáticos en este sentido. Hay pocos ejemplos (Matisse, Picasso, Berni) de artistas longevos que siguen renovándose constantemente; abriendo caminos a los 85 años, después de seis décadas de producción incesante. Sus nuevos dibujos recorren buena parte del arte del siglo XX. Su homenaje a Jean Arp o a los constructivistas no son meras citas eruditas, sino reelaboraciones complejas.

Además de dibujos, también expone objetos emplumados y colgados del techo. Plumas y purpurinas engalanan los avioncitos de juguete, que terminan perdiendo su amenazante figura guerrera.

(Braga Menéndez - Arte Contemporáneo. Humboldt 1574)

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