Quiero un novio
Sola con mi alma
Qué miedo, amigos. En noviembre cumplo 30 y estoy solita con mi alma. Estoy bastante bien también. Me convenzo todos los días de eso. Ojo que también me convencen. Ayer un tachero dijo que parezco de 23. Adoro a los tacheros que te regalan años menos de vida. A los otros no les dirijo la palabra. A los que me ignoran, ni les hablo. Por insolentes. No estoy preocupada por eso. Digo, el físico es lo de menos. El problema que tiene mi vida, a diez meses de los 30, es lo que no tiene. Porque como tener, tengo de todo. Un trabajo lindo. Un televisor 29 pulgadas. Una gata que come seguido. Amigos que se casan los fines de semana. Mucha gente que me quiere. El tema pasa por lo que me falta. El vacío por llenar, vieron. El vacío por llenar literalmente. O sea, un novio. ¿Pero cómo es un novio a los 30? ¿Cómo es tenerlo ahora y no ser una adolescente? Ni idea.
La primera pregunta es: ¿qué es tener un novio hoy? ¿Un novio ocupa una porción de tu cama diariamente o sólo te calienta el colchón una vez por semana? ¿Es alguien que respeta tus espacios o alguien que te llama cada dos meses? ¿Es uno que no te avisa cuando sale tarde del laburo o es alguien se te pega como abrojo? ¿Un novio te pega con el látigo? ¿Es una persona que implica tener sí o sí un proyecto de vida o es sólo alguien que te saca a pasear? ¿Qué es un novio a los 30? Yo no quiero sorpresas. No estoy buscando ni un marido ni un amante ni un aburrido ni un filito ni un salame. Yo quiero un novio. Uno piola. Uno que no esté ocupado. Uno para mirar dibujitos animados a las tres de la mañana los sábados. Uno para matarme de risa. Uno para querer mucho. Uno para tener sexo con ganas. Uno casi normal. Casi fiel. Casi bueno. Casi que exista.
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