5/16/2009

sexo en la tercera edad

Sexo entre un hombre que acusa 76 y una mujer que no revela la edad
pero pasó los 70. La película es alemana y se estrenó en la Argentina
con el título de Nunca es tarde para amar. Es una de las pocas, si no
la única, que habla –y muestra sin tapujos– viejos que se besan, se
tocan, se penetran y se la pasan muy bien. Aunque en la fila de
adelante una señora se levante apenas pasan los primeros 20 minutos, la
pareja adolescente de al lado reprima risitas cómplices, y a la
izquierda, un treintañero indignado diga: “¡Esto es un asco!”.
Leopoldo
Salvarezza, psicogerontólogo, fundador de la cátedra de Tercera Edad y
Vejez de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires,
opina que la película debería ser de prescripción obligatoria para
adultos y jóvenes de todas las edades. “Habría que preguntarle al
treintañero indignado qué va a hacer él cuando sea viejo. No es el sexo
en la vejez lo que perturba, sino la vejez. Uno no quiere verse viejo
porque no sabe de qué se trata envejecer. Y envejecer es vivir con
intensidad cada etapa de la vida y aceptar que el tiempo modifica las
cosas. Cuando uno es joven juega al fútbol y cuando ya no tiene la
suficiente energía para correr una pelota en cancha de once, juega al
golf. En las dos instancias es un deportista; en el sexo, pasa lo
mismo”.
La edad del erotismo. Liberados del
mandato divino de crecer y multiplicarse y de las urgencias hormonales
de la juventud, después de los 65, cuando según la Organización Mundial
de la Salud se empieza a transitar la vejez, el sexo cambia, no para
mal. “Hay mucha gente que no imagina el nivel de intensidad que puede
alcanzar el sexo entre los mayores”, afirma Ricardo Iacub, autor del
libro Erótica y vejez. Dice que las más sorprendidas son las mujeres,
porque el orgasmo femenino suele demorar más que el masculino y después
de los 60, los hombres, necesariamente, dejan a un lado la prisa:
alcanzar una erección y eyacular les lleva más tiempo que antes.
“Tengo
una paciente que está de lo más contenta porque dice que ahora el
marido ‘la espera’ y en realidad no la espera, lo que pasa es que no
puede hacer otra cosa y eso, en lugar de generar una crisis conyugal,
mejoró mucho la vida sexual de los dos”, cuenta Iacub.
Las
viejas generaciones de viejos, esas en las que el matrimonio
heterosexual era casi una imposición, encuentran ahora a los 70, 75, 80
años o más, la libertad de elegir el compañero o la compañera con la
que realmente quieren estar.
Si para Salvarezza el tabú se
juega en el temor que provoca la vejez, para Iacub se corporiza en la
mirada. “Si hay algo que deserotiza a un sujeto no es la edad sino la
imagen”, sostiene el gerontólogo y da un ejemplo concreto: “Nacha
Guevara es una mujer mayor y a nadie le perturba la idea de que tenga
una vida sexual activa, porque parece mucho más joven de lo que es”.
Iacub
sostiene que la estética juega como barrera para encontrarse con el
erotismo. “Si nos libráramos del control estético, gozaríamos mucho más
aunque no tengamos el cuerpo estereotipado de Nicole Neumann o de
Richard Gere: la gente puede disfrutar del sexo, y de hecho lo hace,
aún con cuerpos inconcebibles para la representación social de la
época”.
Los fantasmas de la impotencia en los varones y la
falta de libido, anorgasmia y dispareunia (falta de lubricación
vaginal) en las mujeres constituyen otras barreras contra el sexo en la
tercera edad.
La pastilla maravillosa. La
llegada de la menopausia es para muchas mujeres una suerte de
jubilación sexual. El retiro de la menstruación genera cambios
hormonales que provocan los famosos calores, cierta tendencia a
engordar y esta idea generalizada de que todo se cae. Y la falta de
libido: hay mujeres que juran que el sexo no les interesa más y bajan
la cortina.
Laura Bottini es también psicogerontóloga,
especialista en mediana y tercera edad y secretaria general de las
Asociación Gerontológica Argentina. Desestima el listado de chichés y
afirma que, por el contrario, las mujeres pueden vivir esta etapa de la
vida en plenitud, “acreedoras de un placer absoluto”. “La falta de
lubricación se soluciona con cualquiera de los productos que hay para
eso en el mercado”, señala Bottini y advierte que, en todo caso, las
dificultades aparecen antes de sacarse la ropa, a la hora de formar
nuevos vínculos, un problema que lejos de ser exclusivo de los adultos
mayores, atraviesa a varios grupos etarios.
“Una mujer que
llegó a la mediana edad con una profesión, que tiene los hijos grandes,
es independiente en lo económico y disfruta de su sexualidad, suele
tomar la iniciativa a la hora de buscar una pareja y los hombres, que
siempre cumplieron el rol de proveedores incluso en lo sexual, no saben
cómo responder”.
En cuanto a la performance sexual de hombres
y mujeres después de los 65, dice que depende mucho del interés y el
historial de cada uno: muchas de las mujeres y varones que bajan la
cortina después de la meno/andropausia, probablemente hayan tenido poco
interés en el sexo durante la juventud; la jubilación sexual es,
entonces, una excelente excusa para excusarse. “Un vino bien cosechado
se transforma en licor; un vino agrio, en vinagre”, dice Bottini.
Mientras
las mujeres temen no querer, a los varones les aterra no poder. Los
especialistas en Gerontología, sin embargo, afirman que el consumo de
sildenafil (viagra) es tan alto entre los adultos mayores como entre
los jóvenes y que en la mayoría de los casos la pastilla se toma “por
las dudas”. “La falta de erección no es un síntoma de la vejez. Los
viejos no tienen la erección que tenían de jóvenes, pero no pierden la
potencia”, explica la sexóloga Gloria Imaz, vicepresidenta 2º de la
Federación Sexológica Argentina y una de las principales referentes en
Gerontología y Sexualidad en el país.
La falta de erección,
muchas veces, está vinculada con enfermedades asociadas como la
diabetes, o a medicamentos espeespecíficos como los antidepresivos.
El
consumo de viagra modificó sustancialmente el mapa del placer. “Hay
parejas de adultos mayores que no están acostumbradas a la frecuencia
sexual que posibilita el viagra”, advierte Imaz y sostiene que en esos
casos, es importante que la experiencia sea placentera para los dos.
Si
bien todos los especialistas consultados apoyaron el uso supervisado de
la pastilla, también sugieren no reducir el placer sexual a la
penetración o el estimulo directo de los órganos sexuales y disfrutar
del placer previo, de la sensualidad que despierta la exploración de
los cuerpos y de todo el abanico de posibilidades que brinda el sexo,
que ni empieza ni acaba en el coito. Y darse el permiso de fallar, si
es que la falta de ganas o de una erección puede considerarse una
falla.
No obstante, para los viejos soportar la lentificación
propia de la edad cuando están con una pareja nueva y no saben si van a
poder o no concretar una relación sexual, puede generar angustia al
punto tal de impedir el vínculo. El viagra despeja esos miedos y por
eso los gerontólogos la llaman “la pastilla maravillosa”.
Tan maravillosa como el sexo entre adultos mayores. Porque no siempre todo tiempo pasado fue mejor.

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