A Mauro Cabral, a veces no lo saludan. No es que caiga mal, ni que
intimide, ni que le falten temas de conversación (debe haber pocas
personas en el planeta que ametrallen lucideces en tan hipnótica
sucesión). La razón por la que a veces no lo saludan es más simple –y
más compleja–: no logran descifrar qué es. Hombre o mujer: dos
categorías y, al decir de Mauro, dos lenguajes que casi todo el mundo
habla sin darse cuenta. Entonces, cuando aparece alguien como él, una
persona intersex, la gente a veces calla por falta de un idioma en
común. "No saben si darme un beso o la mano", simplifica. Pero
enseguida da vuelta el malentendido como un guante: "Cuando el género
como lenguaje se vuelve poco claro, se produce un ruido en la
comunicación, como si se estuviera escuchando un dialecto extranjero."
Siguiendo con la analogía, una persona intersex "habla la masculinidad
y la femineidad como si fueran segundas lenguas". ¿Y la propia? "No
existe, es inarticulable", responde Mauro, sin dejo de conmiseración.
Se
hace imprescindible mencionar ahora que, como activista intersex, a
Mauro no le gusta hacer hincapié en su historia. No quiere ser visto
como un caso ni estudiado bajo un microscopio. Para eso, le basta con
los primeros veinte años de su vida. Pero no es posible presentar sus
argumentos al lector disociados de esa historia, y él lo sabe. Mauro
nació con un cuerpo que
parecía el de una niña, y así fue anotado y
criado. En la historia de Mauro –licenciado en Historia, doctorando en
filosofía, cordobés, 35 años–, no hubo operaciones correctivas en la
infancia (al menos, eso piensa sin poder asegurarlo). Su
status de
diferente se hizo notar en la pubertad, cuando empezó a presentarse a
sus compañeros como "un chico" de apariencia andrógina e ideas
contestatarias. La Docta estará entre las más sofisticadas de las
capitales provinciales, pero Mauro (nombre que adoptó de adulto) no
debe haber sido una compañera fácil.
A los 14 años le
informaron que había nacido sin vagina ni útero, y le prometieron
transformarlo en una "mujer de verdad". Bajo una fortísima coacción
médica y familiar, a los 16 años se le practicó una vaginoplastia
(cirugía para dotarlo de una vagina funcional). Esto significó años de
tormentos –la cirugía hizo necesaria otra después, y luego seis años de
ilataciones (del espacio abierto quirúgicamente) bajo anestesia
general–, que aún hoy él vive como una larga violación.
"El cuerpo
tiene una materialidad resistente, no se queda donde lo ponen, se
descose cuando lo cosen. Esa es la lucha de los médicos", dice Mauro,
pero aclara con una madurez nacida a golpes que no culpa a los médicos.
"Viven en la misma cultura
que yo, donde hay crueldades que parecen
aceptables. Por eso entiendo sus decisiones, aunque me parezcan
equivocadas. Pensar críticamente la intersexualidad implica admitir que
no se sabe: no se sabe qué es lo que va a hacer feliz al otro, qué es
lo que convierte en mujer a una mujer. Y si no sé eso, no voy a cortar
su cuerpo, porque lo único que sé es que donde uno corta,
la persona deja de sentir."
UN MUNDO DE POSIBILIDADES
En
el colegio todo el mundo aprendió la ciencia exacta de los cariotipos
(la dotación cromosómica de cada individuo): las personas con
cromosomas sexuales XX eran mujeres; los XY, varones. Nadie hubiera
imaginado entonces que el menú de opciones incluía también individuos
XXY, XYY, XXX, XO y hasta variantes de mujeres XY (Síndrome de Swyer, 1
caso en 25.000) y varones XX (Síndrome La Chapelle, 1 en 30.000). Ni
tampoco sabíamos que el cariotipo es sólo una parte, y que, en el
desarrollo de un embrión, toda una cascada de enes deben ir
encendiéndose y apagándose en un tiempo y una forma precisas para que
ese cariotipo dé lugar a un individuo de sexo inequívocamente masculino
o femenino. El versito del colegio sigue siendo cierto: el 99 por
ciento de los hombres son XY y de las mujeres, XX. Pero cualquier
neonatólogo sabe que debe estar preparado para
contemplar una infinidad de escenarios más.
Las
variantes más conocidas son: 1. La hiperplasia (tamaño aumentado)
suprarrenal congénita, una condición que se da con una frecuencia de 1
en 15.000 –aunque se estima que está subdiagnosticada–, en la cual, a
causa de una deficiencia enzimática en el proceso de diferenciación
sexual del embrión, un bebé de cariotipo femenino (XX) nace con los
genitales externos irilizados (el clítoris puede parecer un pene y los
labios vaginales estar fusionados), y en caso de no medicarse con
cortiroides, esta virilización se profundiza en la pubertad (generando
infertilidad). En los casos más graves hay riesg de vida si no se
medica. También se da en varones, sin ambigüedad genital. 2. La
insensibilidad a los andrógenos (se da en cariotipo XY, por una
inhibición en el receptor de testosterona). 3. El síndrome de
Klinefelter (varones XXY, que tienen una menor carga de hormonas
masculinas). 4. El déficit de 5 alfa reductasa, una anomalía que se da
con frecuencia en la República Dominicana, por la cual chicos de
cariotipo masculino (XY) nacen con una virilización incompleta (el falo
es pequeño y puede confundirse con un clítoris) y recién se virilizan
en la pubertad, por lo cual en ese país está permitido el
cambio legal de sexo sin cirugías y no está mal visto que una niña adolescente se convierta en varón.
Algunas
de estas desviaciones, de usar el lenguaje médico, o variantes, de usar
el del activismo, pueden detectarse durante el embarazo, y otras no.
Algunas producen genitales ambiguos, y otras sólo inciden en la
capacidad reproductiva o en los caracteres sexuales secundarios. En
total, según cifras del Estudio Colaborativo Latinoamericano de
Malformaciones ongénitas, en la región nacen 1,9 bebés con ambigüedad
genital por cada mil (en EE.UU., se estima en 54.000 en toda la
población). Y el peregrinaje de todos ellos comienza con las mismas dos
palabras, pronunciadas por parientes curiosos, padres ansiosos y
médicos angustiados: Qué es?
EL LEGADO DE JOHN-JOAN
El
caso testigo de las operaciones de reasignación de sexo fue el de
John-Joan, ocurrido en EE.UU. en 1967, y fue un rotundo fracaso. John
así se divulgó el caso) no era un chico intersex: era un varón
biológico, con un hermanito gemelo, que perdió
su pene por un
accidente al ser circuncidado. A sus padres no les dieron esperanza de
poder devolverle al niño su integridad física. Por eso, cuando se
enteraron de que un médico llamado John Money hacía alarde en programas
de televisión de una nueva técnica para reasignar quirúrgicamente el
género, tomaron la dramática decisión de llevarle al pequeño John.
Se
le practicó la cirugía y se instruyó a los padres que lo vistieran de
mujer, le cambiaran el nombre y borraran de su cabeza cualquier
recuerdo de su identidad masculina. Siguieron las instrucciones al pie
de la letra, pero el pequeño se negó
a cooperar. Aunque esto sólo
se difundió muchos años más tarde, el experimento falló: John nunca
flaqueó en su identidad masculina. Este fracaso apagó la esperanza
despertada por el primer informe del caso de que el género fuera
determinado
al fin por la crianza y no por los genes o la
biología, y por lo tanto pudiera decidirse a voluntad. A pesar de esto,
el protocolo creado por Money –que propone elegir el sexo según las
perspectivas de funcionamiento erótico a futuro– se sigue
aplicando
en casos de ambigüedad genital en recién nacidos hasta el día de hoy. A
veces con éxito; a veces, otra vez, con dolorosos fracasos. Y dado que
sigue siendo mucho más fácil la cirugía para transformar los genitales
en femeninos,
ésta es la opción quirúrgica más frecuente.
El
cirujano Jorge Giuseppucci, de la División Pediatría del Hospital
Durand, señala que en los últimos años se han resentado casos en los
que se decidió postergar la intervención hasta que el niño tuviera edad
suficiente para decidir su género por sí mismo. Pero advierte que "esto
crea una compleja situación desde muchos puntos de vista; no nos
olvidemos que este niño deberá vivir en una sociedad como la nuestra,
en la que todavía estamos discutiendo si se debe enseñar educación
sexual en las escuelas".
El
cirujano también admite que "todos los equipos que tratan estos
pacientes han visto casos en los que el rol sexual final del paciente
no es el esperado. Pero también vemos casos de adolescentes que se
esfuerzan denodadamente por cumplir su rol de género con genitales que
no se corresponden con los estándares aceptados. Las experiencias poco
satisfactorias del pasado
hacen que la tendencia hoy sea la de la
reconstrucción de los genitales y no la reasignación del sexo, y que
los genitales pequeños sean primero tratados por el endocrinólogo,
luego por el sexólogo y sólo como último recurso por el cirujano".
COSTOSA DECISION
El
curso de acción que describe el cirujano es el consensuado. Pero
Liliana Alba, jefa del Deparmento de Genética Clínica del Centro
Nacional de Genética Médica, señala otro tipo urgencias. "Cuando
aparece un recién nacido con genitalidad ambigua, es como una papa que
quema, algo que desestabiliza a todo el equipo médico. No sé si es por
las cuestiones que despierta en cada uno, o por no poder decirle a los
padres 'es nena' o 'es varón', pero todo el mundo empieza a correr
desesperado
para definirlo cuanto antes. Yo a veces le digo al neonatólogo:
'Tomémosnos nuestro tiempo, la ley otorga seis meses para anotar a un
chico con ambigüedad genital', pero todos quieren que el chico se vaya
de alta con el sexo asignado." La médica misma se interroga: "Sería
ideal dejar que cada chico decida con el tiempo, pero también es cierto
que cuando vaya
al colegio va a tener que ir al baño de nenes o de
nenas." El activismo intersex concuerda en este punto, y plantea que se
asigne un sexo de crianza pero sin dar pasos que vuelvan esa decisión
irreversible.
¿Cuán determinante puede ser el sexo de
crianza? Valga con contar el caso de un hombre de 54 años que hace poco
se acercó al servicio de salud de un hospital público por un problema
médico no vinculado a su sexualidad. Los médicos que lo examinaron
diagnosticaron
para sí una hiperplasia suprarrenal congénita nunca detectada, pero
optaron por no revelarle al paciente su probable cariotipo femenino.
Con ayuda de una prótesis testicular y alguna medicación, el hombre
había llevado una feliz -aunque infértil- vida de casado y jamás se
había sentido otra cosa que lo que le dijeron que era. Cual
contraejemplo del caso John- Joan, demuestra que en las historias de
los seres humanos, no hay desenlaces previsibles.
ENTRE LAS OREJAS
Una
de las primeros obstáculos con los que tropieza el lego al sumergirse
en el complejo mundo de los intersex es el de confundir sexo con
género. "El sexo está entre las piernas; el género, entre las orejas",
ilustra Betina. Y no está citando a ningún erudito. Betina, de 30 años,
no quiere dar su nombre porque dice que sus años de activismo en su
Colombia natal le costaron demasiado caro. Allí colaboró con una ley
pionera en el mundo que permite a una persona cambiarse el nombre a
otro del sexo opuesto –ante un escribano–, cualquiera sea su anatomía.
Pero
esto a ella no le bastó. Nació con insensibilidad parcial a los
andrógenos, un chico eterno sin vello ni musculatura, con facciones
delicadas y una sensación irreductible de ser mujer. Su mamá quería na
nena y no hizo preguntas, su papá prefería un varón pero estaba
dispuesto a aceptar lo que ella decidiera. Su disforia (sensación de
discordancia entre el sexo y el género) era tan profunda que, aunque de
adolescente llegó a embarazar a una chica para complacer a su familia,
al
poco tiempo se operó para vivir como mujer. "Contemplé la idea de
respetar mi naturaleza y no operarme, pero lo hice. Yo quiero estar con
hombres como mujer, no como homosexual. Hoy, a pesar de ser XY (, me
considero una mujer heterosexual." Sin embargo, no logró dejar a su
pasado en su pueblo natal. "Si formo una pareja, y le confieso que tuve
un hijo siendo varón,
sé que no lo va a tolerar. Pero no puedo ni quiero desconocer a mi hijo. Es una situación imposible."
La
historia de Sol Donato (31) podría ser un aliciente. Sol nació Juan
Donato, XXY. En su acomodado entorno de Bahía Blanca, al principio no
notaron nada extraño. Pero pronto el niño comenzó a mostrar una marcada
femineidad, que el padre fallecido), un hombre religioso vinculado con
el Opus Dei, quiso corregir enrrolando al chico en cuanto club
deportivo encontró en la ciudad. Rugby, fútbol, básquet, destreza, así
se repartían los días del lánguido muchachito de pelo lacio y cara de
gato egipcio, que lo único que quería era "correr como una gacela
detrás del palo de hóckey" como sus hermanas. Ya en Buenos
Aires, se dejó crecer el pelo y adoptó un look andrógino que le ganó miradas licenciosas de hombres y mujeres de todas las
orientaciones.
Pero sus propios ojos se posaron en un hombre y de ahí no se movieron.
Rodrigo Aráoz Reyes (37) es un abogado de un círculo más que selecto
que hasta conocerla a Sol no había oído hablar de intersexuales ni
mucho menos del Síndrome Klinefelter, que es el nombre específico de la
condición con la que nació Sol. Pero se enamoró sin titubeos y, aun con
la airada desaprobación de sus íntimos, no perdió tiempo en
cuestionamientos.
Sol posee un cariotipo masculino, con la
misma cantidad de estrógenos (hormona femenina) que otros hombres, pero
menor cantidad de andrógenos. Por un breve período se inyectó
andrógenos para intentar aplacar la incomodidad familiar, pero sólo
consiguió llenarse de pelo y de furia. Abrazó al fin su femineidad y
aprovechó el programa de televisión Transformaciones
para comenzar a
cincelarse el cuerpo de sus sueños. Hoy aguarda la operación de cambio
de sexo para casarse con Rodrigo y, en un futuro osible, buscar un hijo
a través de un vientre sustituto.
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
Hermafrodito
era el hijo de los dioses griegos Hermes y Afrodita, un bello joven que
al ser abrazado por una ninfa enamorada en una laguna, se convirtió en
un ser con ambos sexos, o con ninguno. Si bien los hermafroditas del
imaginario popular –con ambos genitales desarrollados a pleno– son tan
míticos como este relato, los hermafroditas genéticos (que poseen
tejido testicular y ovárico) sí existen y, en lgunos casos, celebran su
condición. Del LaGrace Volcano es un fotógrafo stadounidense que vive
en Suecia e intenta demostrar a través de su arte y charlas didácticas,
que la intersexualidad
es una variación y no una enfermedad, ya que
existe también en el reino animal y se dio en todas las épocas de la
historia humana. Su forma de hermafroditismo es extremadamente rara, ya
que de algún modo divide verticalmente su cuerpo en dos sexos. Es una
forma tan rara que sólo la vio reproducida en una estatuilla de un
buda, que tiene en su cuarto. "De joven luché contra mi cuerpo. Hoy me
considero una persona intergénero, como lo es mi pareja, y estoy en paz
tanto con mi femineidad como con mi masculinidad." ¿Cómo se define?
"Como un terrorista del género". Lo dice con ironía, como sólo puede
decirlo quien ha enfrentado la vida, y a los otros, con un cuerpo tan
diferente que resulta indescifrable. Por un tiempo hasta portó barba y
mamas a la vez, pero al tiempo se sacó la barba porque el rechazo
social era agotador, y porque sufrió ataques violentos. "En mi
experiencia, la mera idea de que pueda existir una persona que no sea
de un género o del otro
resulta aterradora para la mayor parte de la gente", dispara Del.
Por
supuesto, su postura no es mayoritaria entre las personas intersex, por
eso hay tan pocos activistas en el mundo. De hecho, los consultorios
médicos han visto muchos más casos de jóvenes y adultos que sufren cada
centímetro de sus diferencias.
Y hasta la ley, explica
la abogada e investigadora Paula Viturro, sólo acepta las cirugías de
cambio de sexo cuando el relato de quien las reclama se basa en el
sufrimiento, no en el deseo. ¿Qué se hace con ese sufrimiento, se lo
acompaña
o se lo desafía?
Dice Mauro Cabral: "Me han
preguntado por qué no formo un grupo de apoyo para gente como yo, y yo
digo que no me llevo bien con el consuelo. Me duele que alguien abrace
un diagnóstico médico como una identidad, lo único que puedo decirle a
esa persona es que hay otra vida posible, que hay deseo y hay pasión
con nuestro cuerpo, como con cualquier cuerpo." De querer
persistir
con la anatomía, la certeza de Mauro no se podrá ubicar entre las
piernas ni entre las orejas, sino en algún lugar más profundo, en las
cercanías del pecho
intimide, ni que le falten temas de conversación (debe haber pocas
personas en el planeta que ametrallen lucideces en tan hipnótica
sucesión). La razón por la que a veces no lo saludan es más simple –y
más compleja–: no logran descifrar qué es. Hombre o mujer: dos
categorías y, al decir de Mauro, dos lenguajes que casi todo el mundo
habla sin darse cuenta. Entonces, cuando aparece alguien como él, una
persona intersex, la gente a veces calla por falta de un idioma en
común. "No saben si darme un beso o la mano", simplifica. Pero
enseguida da vuelta el malentendido como un guante: "Cuando el género
como lenguaje se vuelve poco claro, se produce un ruido en la
comunicación, como si se estuviera escuchando un dialecto extranjero."
Siguiendo con la analogía, una persona intersex "habla la masculinidad
y la femineidad como si fueran segundas lenguas". ¿Y la propia? "No
existe, es inarticulable", responde Mauro, sin dejo de conmiseración.
Se
hace imprescindible mencionar ahora que, como activista intersex, a
Mauro no le gusta hacer hincapié en su historia. No quiere ser visto
como un caso ni estudiado bajo un microscopio. Para eso, le basta con
los primeros veinte años de su vida. Pero no es posible presentar sus
argumentos al lector disociados de esa historia, y él lo sabe. Mauro
nació con un cuerpo que
parecía el de una niña, y así fue anotado y
criado. En la historia de Mauro –licenciado en Historia, doctorando en
filosofía, cordobés, 35 años–, no hubo operaciones correctivas en la
infancia (al menos, eso piensa sin poder asegurarlo). Su
status de
diferente se hizo notar en la pubertad, cuando empezó a presentarse a
sus compañeros como "un chico" de apariencia andrógina e ideas
contestatarias. La Docta estará entre las más sofisticadas de las
capitales provinciales, pero Mauro (nombre que adoptó de adulto) no
debe haber sido una compañera fácil.
A los 14 años le
informaron que había nacido sin vagina ni útero, y le prometieron
transformarlo en una "mujer de verdad". Bajo una fortísima coacción
médica y familiar, a los 16 años se le practicó una vaginoplastia
(cirugía para dotarlo de una vagina funcional). Esto significó años de
tormentos –la cirugía hizo necesaria otra después, y luego seis años de
ilataciones (del espacio abierto quirúgicamente) bajo anestesia
general–, que aún hoy él vive como una larga violación.
"El cuerpo
tiene una materialidad resistente, no se queda donde lo ponen, se
descose cuando lo cosen. Esa es la lucha de los médicos", dice Mauro,
pero aclara con una madurez nacida a golpes que no culpa a los médicos.
"Viven en la misma cultura
que yo, donde hay crueldades que parecen
aceptables. Por eso entiendo sus decisiones, aunque me parezcan
equivocadas. Pensar críticamente la intersexualidad implica admitir que
no se sabe: no se sabe qué es lo que va a hacer feliz al otro, qué es
lo que convierte en mujer a una mujer. Y si no sé eso, no voy a cortar
su cuerpo, porque lo único que sé es que donde uno corta,
la persona deja de sentir."
UN MUNDO DE POSIBILIDADES
En
el colegio todo el mundo aprendió la ciencia exacta de los cariotipos
(la dotación cromosómica de cada individuo): las personas con
cromosomas sexuales XX eran mujeres; los XY, varones. Nadie hubiera
imaginado entonces que el menú de opciones incluía también individuos
XXY, XYY, XXX, XO y hasta variantes de mujeres XY (Síndrome de Swyer, 1
caso en 25.000) y varones XX (Síndrome La Chapelle, 1 en 30.000). Ni
tampoco sabíamos que el cariotipo es sólo una parte, y que, en el
desarrollo de un embrión, toda una cascada de enes deben ir
encendiéndose y apagándose en un tiempo y una forma precisas para que
ese cariotipo dé lugar a un individuo de sexo inequívocamente masculino
o femenino. El versito del colegio sigue siendo cierto: el 99 por
ciento de los hombres son XY y de las mujeres, XX. Pero cualquier
neonatólogo sabe que debe estar preparado para
contemplar una infinidad de escenarios más.
Las
variantes más conocidas son: 1. La hiperplasia (tamaño aumentado)
suprarrenal congénita, una condición que se da con una frecuencia de 1
en 15.000 –aunque se estima que está subdiagnosticada–, en la cual, a
causa de una deficiencia enzimática en el proceso de diferenciación
sexual del embrión, un bebé de cariotipo femenino (XX) nace con los
genitales externos irilizados (el clítoris puede parecer un pene y los
labios vaginales estar fusionados), y en caso de no medicarse con
cortiroides, esta virilización se profundiza en la pubertad (generando
infertilidad). En los casos más graves hay riesg de vida si no se
medica. También se da en varones, sin ambigüedad genital. 2. La
insensibilidad a los andrógenos (se da en cariotipo XY, por una
inhibición en el receptor de testosterona). 3. El síndrome de
Klinefelter (varones XXY, que tienen una menor carga de hormonas
masculinas). 4. El déficit de 5 alfa reductasa, una anomalía que se da
con frecuencia en la República Dominicana, por la cual chicos de
cariotipo masculino (XY) nacen con una virilización incompleta (el falo
es pequeño y puede confundirse con un clítoris) y recién se virilizan
en la pubertad, por lo cual en ese país está permitido el
cambio legal de sexo sin cirugías y no está mal visto que una niña adolescente se convierta en varón.
Algunas
de estas desviaciones, de usar el lenguaje médico, o variantes, de usar
el del activismo, pueden detectarse durante el embarazo, y otras no.
Algunas producen genitales ambiguos, y otras sólo inciden en la
capacidad reproductiva o en los caracteres sexuales secundarios. En
total, según cifras del Estudio Colaborativo Latinoamericano de
Malformaciones ongénitas, en la región nacen 1,9 bebés con ambigüedad
genital por cada mil (en EE.UU., se estima en 54.000 en toda la
población). Y el peregrinaje de todos ellos comienza con las mismas dos
palabras, pronunciadas por parientes curiosos, padres ansiosos y
médicos angustiados: Qué es?
EL LEGADO DE JOHN-JOAN
El
caso testigo de las operaciones de reasignación de sexo fue el de
John-Joan, ocurrido en EE.UU. en 1967, y fue un rotundo fracaso. John
así se divulgó el caso) no era un chico intersex: era un varón
biológico, con un hermanito gemelo, que perdió
su pene por un
accidente al ser circuncidado. A sus padres no les dieron esperanza de
poder devolverle al niño su integridad física. Por eso, cuando se
enteraron de que un médico llamado John Money hacía alarde en programas
de televisión de una nueva técnica para reasignar quirúrgicamente el
género, tomaron la dramática decisión de llevarle al pequeño John.
Se
le practicó la cirugía y se instruyó a los padres que lo vistieran de
mujer, le cambiaran el nombre y borraran de su cabeza cualquier
recuerdo de su identidad masculina. Siguieron las instrucciones al pie
de la letra, pero el pequeño se negó
a cooperar. Aunque esto sólo
se difundió muchos años más tarde, el experimento falló: John nunca
flaqueó en su identidad masculina. Este fracaso apagó la esperanza
despertada por el primer informe del caso de que el género fuera
determinado
al fin por la crianza y no por los genes o la
biología, y por lo tanto pudiera decidirse a voluntad. A pesar de esto,
el protocolo creado por Money –que propone elegir el sexo según las
perspectivas de funcionamiento erótico a futuro– se sigue
aplicando
en casos de ambigüedad genital en recién nacidos hasta el día de hoy. A
veces con éxito; a veces, otra vez, con dolorosos fracasos. Y dado que
sigue siendo mucho más fácil la cirugía para transformar los genitales
en femeninos,
ésta es la opción quirúrgica más frecuente.
El
cirujano Jorge Giuseppucci, de la División Pediatría del Hospital
Durand, señala que en los últimos años se han resentado casos en los
que se decidió postergar la intervención hasta que el niño tuviera edad
suficiente para decidir su género por sí mismo. Pero advierte que "esto
crea una compleja situación desde muchos puntos de vista; no nos
olvidemos que este niño deberá vivir en una sociedad como la nuestra,
en la que todavía estamos discutiendo si se debe enseñar educación
sexual en las escuelas".
El
cirujano también admite que "todos los equipos que tratan estos
pacientes han visto casos en los que el rol sexual final del paciente
no es el esperado. Pero también vemos casos de adolescentes que se
esfuerzan denodadamente por cumplir su rol de género con genitales que
no se corresponden con los estándares aceptados. Las experiencias poco
satisfactorias del pasado
hacen que la tendencia hoy sea la de la
reconstrucción de los genitales y no la reasignación del sexo, y que
los genitales pequeños sean primero tratados por el endocrinólogo,
luego por el sexólogo y sólo como último recurso por el cirujano".
COSTOSA DECISION
El
curso de acción que describe el cirujano es el consensuado. Pero
Liliana Alba, jefa del Deparmento de Genética Clínica del Centro
Nacional de Genética Médica, señala otro tipo urgencias. "Cuando
aparece un recién nacido con genitalidad ambigua, es como una papa que
quema, algo que desestabiliza a todo el equipo médico. No sé si es por
las cuestiones que despierta en cada uno, o por no poder decirle a los
padres 'es nena' o 'es varón', pero todo el mundo empieza a correr
desesperado
para definirlo cuanto antes. Yo a veces le digo al neonatólogo:
'Tomémosnos nuestro tiempo, la ley otorga seis meses para anotar a un
chico con ambigüedad genital', pero todos quieren que el chico se vaya
de alta con el sexo asignado." La médica misma se interroga: "Sería
ideal dejar que cada chico decida con el tiempo, pero también es cierto
que cuando vaya
al colegio va a tener que ir al baño de nenes o de
nenas." El activismo intersex concuerda en este punto, y plantea que se
asigne un sexo de crianza pero sin dar pasos que vuelvan esa decisión
irreversible.
¿Cuán determinante puede ser el sexo de
crianza? Valga con contar el caso de un hombre de 54 años que hace poco
se acercó al servicio de salud de un hospital público por un problema
médico no vinculado a su sexualidad. Los médicos que lo examinaron
diagnosticaron
para sí una hiperplasia suprarrenal congénita nunca detectada, pero
optaron por no revelarle al paciente su probable cariotipo femenino.
Con ayuda de una prótesis testicular y alguna medicación, el hombre
había llevado una feliz -aunque infértil- vida de casado y jamás se
había sentido otra cosa que lo que le dijeron que era. Cual
contraejemplo del caso John- Joan, demuestra que en las historias de
los seres humanos, no hay desenlaces previsibles.
ENTRE LAS OREJAS
Una
de las primeros obstáculos con los que tropieza el lego al sumergirse
en el complejo mundo de los intersex es el de confundir sexo con
género. "El sexo está entre las piernas; el género, entre las orejas",
ilustra Betina. Y no está citando a ningún erudito. Betina, de 30 años,
no quiere dar su nombre porque dice que sus años de activismo en su
Colombia natal le costaron demasiado caro. Allí colaboró con una ley
pionera en el mundo que permite a una persona cambiarse el nombre a
otro del sexo opuesto –ante un escribano–, cualquiera sea su anatomía.
Pero
esto a ella no le bastó. Nació con insensibilidad parcial a los
andrógenos, un chico eterno sin vello ni musculatura, con facciones
delicadas y una sensación irreductible de ser mujer. Su mamá quería na
nena y no hizo preguntas, su papá prefería un varón pero estaba
dispuesto a aceptar lo que ella decidiera. Su disforia (sensación de
discordancia entre el sexo y el género) era tan profunda que, aunque de
adolescente llegó a embarazar a una chica para complacer a su familia,
al
poco tiempo se operó para vivir como mujer. "Contemplé la idea de
respetar mi naturaleza y no operarme, pero lo hice. Yo quiero estar con
hombres como mujer, no como homosexual. Hoy, a pesar de ser XY (, me
considero una mujer heterosexual." Sin embargo, no logró dejar a su
pasado en su pueblo natal. "Si formo una pareja, y le confieso que tuve
un hijo siendo varón,
sé que no lo va a tolerar. Pero no puedo ni quiero desconocer a mi hijo. Es una situación imposible."
La
historia de Sol Donato (31) podría ser un aliciente. Sol nació Juan
Donato, XXY. En su acomodado entorno de Bahía Blanca, al principio no
notaron nada extraño. Pero pronto el niño comenzó a mostrar una marcada
femineidad, que el padre fallecido), un hombre religioso vinculado con
el Opus Dei, quiso corregir enrrolando al chico en cuanto club
deportivo encontró en la ciudad. Rugby, fútbol, básquet, destreza, así
se repartían los días del lánguido muchachito de pelo lacio y cara de
gato egipcio, que lo único que quería era "correr como una gacela
detrás del palo de hóckey" como sus hermanas. Ya en Buenos
Aires, se dejó crecer el pelo y adoptó un look andrógino que le ganó miradas licenciosas de hombres y mujeres de todas las
orientaciones.
Pero sus propios ojos se posaron en un hombre y de ahí no se movieron.
Rodrigo Aráoz Reyes (37) es un abogado de un círculo más que selecto
que hasta conocerla a Sol no había oído hablar de intersexuales ni
mucho menos del Síndrome Klinefelter, que es el nombre específico de la
condición con la que nació Sol. Pero se enamoró sin titubeos y, aun con
la airada desaprobación de sus íntimos, no perdió tiempo en
cuestionamientos.
Sol posee un cariotipo masculino, con la
misma cantidad de estrógenos (hormona femenina) que otros hombres, pero
menor cantidad de andrógenos. Por un breve período se inyectó
andrógenos para intentar aplacar la incomodidad familiar, pero sólo
consiguió llenarse de pelo y de furia. Abrazó al fin su femineidad y
aprovechó el programa de televisión Transformaciones
para comenzar a
cincelarse el cuerpo de sus sueños. Hoy aguarda la operación de cambio
de sexo para casarse con Rodrigo y, en un futuro osible, buscar un hijo
a través de un vientre sustituto.
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
Hermafrodito
era el hijo de los dioses griegos Hermes y Afrodita, un bello joven que
al ser abrazado por una ninfa enamorada en una laguna, se convirtió en
un ser con ambos sexos, o con ninguno. Si bien los hermafroditas del
imaginario popular –con ambos genitales desarrollados a pleno– son tan
míticos como este relato, los hermafroditas genéticos (que poseen
tejido testicular y ovárico) sí existen y, en lgunos casos, celebran su
condición. Del LaGrace Volcano es un fotógrafo stadounidense que vive
en Suecia e intenta demostrar a través de su arte y charlas didácticas,
que la intersexualidad
es una variación y no una enfermedad, ya que
existe también en el reino animal y se dio en todas las épocas de la
historia humana. Su forma de hermafroditismo es extremadamente rara, ya
que de algún modo divide verticalmente su cuerpo en dos sexos. Es una
forma tan rara que sólo la vio reproducida en una estatuilla de un
buda, que tiene en su cuarto. "De joven luché contra mi cuerpo. Hoy me
considero una persona intergénero, como lo es mi pareja, y estoy en paz
tanto con mi femineidad como con mi masculinidad." ¿Cómo se define?
"Como un terrorista del género". Lo dice con ironía, como sólo puede
decirlo quien ha enfrentado la vida, y a los otros, con un cuerpo tan
diferente que resulta indescifrable. Por un tiempo hasta portó barba y
mamas a la vez, pero al tiempo se sacó la barba porque el rechazo
social era agotador, y porque sufrió ataques violentos. "En mi
experiencia, la mera idea de que pueda existir una persona que no sea
de un género o del otro
resulta aterradora para la mayor parte de la gente", dispara Del.
Por
supuesto, su postura no es mayoritaria entre las personas intersex, por
eso hay tan pocos activistas en el mundo. De hecho, los consultorios
médicos han visto muchos más casos de jóvenes y adultos que sufren cada
centímetro de sus diferencias.
Y hasta la ley, explica
la abogada e investigadora Paula Viturro, sólo acepta las cirugías de
cambio de sexo cuando el relato de quien las reclama se basa en el
sufrimiento, no en el deseo. ¿Qué se hace con ese sufrimiento, se lo
acompaña
o se lo desafía?
Dice Mauro Cabral: "Me han
preguntado por qué no formo un grupo de apoyo para gente como yo, y yo
digo que no me llevo bien con el consuelo. Me duele que alguien abrace
un diagnóstico médico como una identidad, lo único que puedo decirle a
esa persona es que hay otra vida posible, que hay deseo y hay pasión
con nuestro cuerpo, como con cualquier cuerpo." De querer
persistir
con la anatomía, la certeza de Mauro no se podrá ubicar entre las
piernas ni entre las orejas, sino en algún lugar más profundo, en las
cercanías del pecho
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